HA MUERTO UN NIÑO

“El aire alrededor de un grano de arena/es la flor amarilla”. Esta fue la metáfora que ocasionó mi primer encuentro con el maestro Jairo Aníbal Niño. La hallé en un libro de Español para cuarto grado, preparando una de las clases de mis primeros meses de docencia, a comienzos de 1996.

Fue suficiente ese poema ─El aire alrededor─ para toda la clase que preparaba. Y hubiese sido suficiente con “El aire alrededor de un vaso de agua/es la gaviota”, o con: “dibujaré mi tristeza que será una gotera en el techo”, o con cualquier otro de los versos de ese extraordinario poema. ¿Qué otra cosa se requiere para una clase de literatura? ¿Qué más que un buen ejemplo de lo que es literatura?

Dayana dijo: “Yo tengo un libro donde está este poema, profe”. Con ansiedad le propuse que lo trajera al siguiente día. Y así fue como conocí La alegría de querer.

Embolatamos varias clases leyendo los poemas de Jairo Aníbal. Nos conmovimos con ¿Me haces un favor?; nos reímos con No busques más tu cuaderno de geografía; nos asombramos con Lección de música… analizamos y pintamos sus metáforas, describimos su estilo, escribimos nuestros propios poemas…

Seducido por un escritor que cautivaba la atención ─tanto la de niños de nueve y diez años como la de un joven maestro como yo─ seguí su rastro y me fui encontrando con Zoro, El nido más bello del mundo, La hermana del Principito, Los amigos del hombre… hasta llegar a la que considero la más alta expresión de su excepcional talento: Preguntario.

En Preguntario, Jairo Aníbal responde magistralmente desde cuestiones tan simples como ¿Qué es un gato?, hasta interrogantes misteriosos como ¿Qué es el silencio? En Preguntario se puede apreciar de la forma más evidente el poder de la figura literaria, el encanto de la palabra, la sencillez de lo magistral. Mientras otros autores podrían requerir páginas y capítulos enteros para desarrollar una idea y producir una sensación en el lector, a Jairo Aníbal le bastaba, y le sobraba, un renglón.

Y, después de conocer y admirar a Jairo Aníbal a través de sus líneas, tuve la oportunidad de encontrarme con él cara a cara, de verlo frente a frente, de pedirle un autógrafo y tomarme una fotografía a su lado. Fue en Bucaramanga, en un encuentro de lectores y escritores juveniles organizado por Fundaleer. Yo había viajado con un grupo de estudiantes de secundaria al evento y guardaba, cual infante embelesado, la ilusión de conocerlo y expresarle mi afecto.

Él tuvo la capacidad de embrujar un auditorio de dos centenares de personas ─en su mayoría niños─ durante más de una hora, hablándonos de un tema trascendente y fundamental para la humanidad: la ternura. Vestido con traje blanco y corbata pintoresca, ya con niebla en su cabellera y su bigote, exhibiendo la sonrisa infinita que lo caracterizaba, se ganó la ovación del público y una fila de más de una hora con gente esperando estrechar su mano y llevarse un autógrafo de su pluma.

Por supuesto, en esa fila estaba yo. Y mientras me tocaba el turno pensaba en todo lo que tenía que aprender de ese maestro: sencillez, empatía y transparencia.

Sólo se pude convencer a los niños con transparencia, sin disfraces. Los niños saben ─porque las deidades les han insuflado ese don y la literatura se lo ha aguzado─ cuándo el lobo se disfraza de oveja.

Sólo es posible escribir para niños con empatía; pensando como ellos, riendo como ellos, llorando como ellos, errando como ellos, aprendiendo a diario como ellos… haciéndose niño también.

Y sólo es posible relacionarse con los niños si se alcanza la sencillez de la naturaleza, que siendo tan poderosa y tan sabia, está siempre al alcance, hasta del más ignorante o el más neófito. La pedantería es el garante más efectivo para conseguir el rechazo infantil.

A estas alturas, no sé qué tanto haya logrado yo aprender de Jairo Aníbal. No sé si en mis escritos y mis encuentros con la niñez haya alcanzado empatía y haya sido capaz de ser uno más de ellos. No sé qué tan contaminado de adultez me encuentre catorce años después de haber encontrado a este maestro.

Y me preocupa la posibilidad de que yo haya resultado un mal alumno. Por mí y por los niños. Porque de nada sirve lo que uno aprende y descubre si no logra compensarlo sirviendo a la humanidad, si uno no es capaz de replicar las lecciones y hacerlas vivencia diaria.

Me da miedo estar demasiado conforme con la vida adulta. Es tan pesada la vida de los adultos… tan llena de hipocresías y conspiraciones… tan turbia e incoherente…

Jairo Aníbal lo supo todo el tiempo y por eso insistió en salvaguardar el mundo infantil para que no se contagiara del nuestro. Lo hizo con una literatura llena de fantasía y ternura, distante de las armas y las falsedades, lo hizo con una voz auténtica… con una voz que todavía resuena en la existencia de sus lectores; a pesar de que sus cuerdas vocales se silenciaron para siempre

… Y a propósito de silencio… ¿Qué es el silencio? ¿Quién podría haberlo respondido mejor? “El silencio son seis cuerdas sin guitarra”*.


* A mi juicio, la figura más potente de Jairo Aníbal Niño. Tomada de Preguntario.
Fabio Enrique



Comentarios

  1. Gracias por tenerme en sus abonados. Un blog bien pensado, bien creado y bien llegado. Será una buena excusa para las consultas, las lecturas y la posibilidad de ensartar palabras.

    Felicitaciones


    Nauro Torres

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  2. Que profunda reflexión, Para los maestros una gran riqueza nos ha quedado de este fabuloso autor. Gracias por hacernos recordar lo importante e interesante que puede resultar su obra.

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  3. FABIO BARRAGAN TAN AUTÉNTICO EN SUS ESCRITOS COMO SIEMPRE, DEJANDO VER SU TERNURA, AMABILIDAD, PROFUNDIDAD.... SENCILLAMENTE ME ENCANTA COMO ESCRIBE MAESTRO ..... GRACIAS POR TRANSMITIR UN POCO DE ESE AMOR POR LAS LETRAS !!!

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  4. Sí. Ha muerto un niño. Y usted bien lo esboza entre cortos miedos y quizá extensos arrepentimientos... y si la costumbre de la adultez sepulta indiscriminadamente a otro niño? Ojalá así no sea. Ojalá,la semilla de Jairo Aníbal tome forma en quienes tendemos a sentarnos con cómplice comodidad en la orilla de los pactos, las alianzas, los éxitos...Gracias Agustín David

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