La vida de un grande
He concluido la lectura de la biografía de Gabo (García Márquez, una vida) por Gerald Martin. Es el primer libro que termino de leer en 2015 (lo inicié el año anterior) y me ofreció una gran experiencia. De eso me gusta hablar cuando me refiero a los libros que leo: de mi experiencia. No pretendo reseñas eruditas. En primer lugar porque no soy un erudito en nada y además porque pienso que lo primordial de una obra es la experiencia que le genera a sus lectores.
Leer esta biografía me sorprendió mucho, a pesar de haber
leído años atrás las memorias de García Márquez[1],
pues un sinnúmero de hechos de la vida de nuestro nobel eran para mí totalmente
desconocidos y me di cuenta de que su faceta política yo la conocía apenas
superficialmente.
Además, el libro contiene pequeñas revelaciones íntimas que me ayudaron a reconocer la humanidad de García
Márquez, que puede resultarnos un personaje de otro mundo, como dijo Héctor
Abad Faciolince[1].
Fue estupendo saber que un genio del tamaño de Gabo padecía de miedo a volar
(aunque volaba frecuentemente), que le temía a la muerte (como casi todas las
personas), que amó a una mujer diferente a su esposa Mercedes y alcanzó a
convivir con ella antes de su matrimonio, que sostuvo una tensa y distante relación
con su padre y que debió enfrentar desde
los sesenta años enfermedades que bien pudieron habérselo llevado mucho antes
del 2014, cuando finalmente falleció.
Mientras leía la biografía de este personaje no pude evitar
compararme con él (como me ocurre siempre que leo una biografía). Obviamente,
guardando las proporciones, y pese a los parecidos que mi vanidad quiera hallar
con Gabo por nuestra condición humana y nuestro amor por las letras, lejos
estoy de lograr lo que él logró.
Esa fue quizás la mayor impresión que me dejó esta obra: la
grandeza que una persona puede alcanzar, el conjunto de hechos que su biógrafo
tuvo que ajustar a esas 768 páginas. Y la grandeza de alguien no puede dejar de
demostrar la pequeñez de otros. Por eso me preguntaba, en la medida que leía
con desenfreno y placer, qué podría escribir el biógrafo de una persona tan
común como yo (en caso de que algún día
alguien deseara acometer tan ingrata misión).
Este libro ha sido para mí en cierta forma como un jalón de
orejas por lo poco que le he servido a la humanidad en los años de vida que
acumulo. Creo que apenas he hecho algunas cosas dignas de recordar para unos
cuantos. En cambio, solo Dios sabe cuánto he recibido. Claro está, y en esta obra
es evidente, que cada logro extraordinario le quita a la persona algo de sí
misma: privacidad, tiempo, libertad, amistad, tranquilidad, etc. Así que quien
desea ir tranquilo y liviano por el mundo preferirá no ser digno de las
atenciones de un biógrafo.
[1]
Vivir para contarla.
Si fuese ingrato escribir tu biografía es porque no ha leído con gozo tus publicaciones. Al compartir tu experiencia de lectura, verdad que al terminar queda la sensación que no seremos motivo para que alguien escriba sobre lo que hicimos, porque si humildemente aceptamos que no hemos hecho mucho, humildemente pasamos por la vida. Había extrañado tu Monchuelo.
ResponderBorrarGracias. Es complejo valorar lo que uno mismo ha hecho pero seguro que hay algo digno de recordar en la de todos. Incluso, dependiendo de cómo se mire, pequeñas cosas como trabajar, sostener nuestras familias, acompañar a nuestros hijos, son hechos importantes aunque nadie escribirá nuestra biografía por ello.
BorrarCreo que García Márquez para los colombianos es tan conocido como desconocido al mismo tiempo. Su obra no se puede asimilar con la misma facilidad con la que lo hace la cultura popular que representa la música de Diomedes o Shakira, o el fútbol, o el ciclismo o la misma política. El arte, a mi modo de ver, es como una cebolla cabezona llena de niveles y con mucha frecuencia se corre el riesgo de quedarse sólo con la cáscara. Por eso ocurre con frecuencia que personas con una postura conservadora lo rechazan sin haber leído ni un párrafo de su obra. Igual ocurre desde luego con Vargas Llosa desde la izquierda. La cultura, al menos la alta cultura, requiere algo más que seguidores o “hinchas”, requiere amantes. Gracias por compartirnos su experiencia profesor Fabio
ResponderBorrarGracias. Es común hacer juicios desde un conocimiento mínimo. Y es común tener un conocimiento mínimo porque es común quedarse apenas con los noticieros. Hay muchas historias de vida y obras de colombianos que sería conveniente conocer más a fondo.
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