Paternidad, muerte y olvido


Siempre me ha resultado contradictorio y misterioso que una sociedad tan machista como ha sido la colombiana profese un marcado desprecio por la paternidad. Aquella popular frase que reza que “madre no hay sino una y papá es cualquier hijueputa” es solo una manifestación coloquial que exacerba la subestimación de la cual es objeto el rol del papá en nuestra sociedad. No se necesita hilar muy fino para darse cuenta de que las madres, las abuelas, y hasta las tías, son en general mucho más valoradas que los padres.

Más allá de procrear, garantizar el sostenimiento económico de la familia (cosas que podría hacer cualquiera realmente) e imponer el orden (lo que que nos hace más odiados todavía) la gente, con excepciones por supuesto, no nos reconoce función alguna a los padres de familia.

Y no es por lamentarme que he escrito los dos párrafos anteriores. En realidad me ha ido muy bien como papá y me he esforzado por aportar en mi hogar mucho más que genes, dinero y disciplina. Inicié con esas líneas este texto porque creo que debido a tales circunstancias la lectura de “El olvido que seremos” fue para mí una experiencia tan emotiva y significativa.

Terminé de leer este libro hace algunas semanas y, entre las muchas cosas que me gustaron, el amor que profesa Abad Faciolince por su padre, asesinado vilmente, fue lo que me mantuvo encantado. Habrá quienes piensen que un amor así de un hijo hacia su padre es enfermizo y  propio de homosexuales. Porque otra de las maneras de despreciar a los padres es juzgar como impropias las muestras de afecto de nuestros hijos hacia nosotros. Si un varón de quince años abraza a su padre podría volverse gay. Si una quinceañera lo hace podría estar siendo abusada.

Leí “El olvido que seremos” como una gran manifestación de amor hacia un padre. Lo leí como una hermosa expresión de dolor. Del dolor por esa muerte tan injusta. Del dolor de ver que el olvido pretende llevarse aquello que el padre fue, como se lleva tarde o temprano lo que somos casi todas las personas. Y lo leí también como una muestra de que esta sociedad se está transformando y ya no es bochornoso declarar que uno, además de amar a su madre, ama también a su papá, esté vivo o muerto.

Comentarios

  1. Afortunadamente obras como las de Abad, Auster o Camus ( en El Primer Hombre) trascienden el mercado de estereotipos sobre la futilidad paterna, brindándonos páginas magistrales donde circula una familia de emociones alrededor del padre. Solo los carentes convierten estos estereotipos en verdad. Gracias Fabio.

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