Los maestros que admiro

Admiro a todos los maestros. Cada mañana miles de ellos dejan sus hogares desde muy temprano para marchar a los barrios y las veredas de nuestro país con una misión que los expone en gran medida. Porque el maestro siempre está expuesto: a la burla, al irrespeto, a la violencia, al desprecio, a las enfermedades y accidentes laborales. Conozco numerosos casos de mujeres y hombres que han dejado en las escuelas sus gargantas, sus caderas, sus espaldas, y hasta su cordura.

Insisto aquí en que los admiro a todos, pero tengo motivos para admirar a algunos especialmente.

Admiro a los maestros que no lo son por la paga. Comparto que la profesión docente merece ser muy bien remunerada, pero pienso que la remuneración (justa o injusta) no debe ser el motivo para elegirla. 

Admiro a los maestros que escuchan a sus estudiantes, que los dejan hablar y valoran lo que dicen. Construir discursos plurales en el aula es mucho más difícil que acaparar la palabra con el pretexto de que el profesor es el que sabe y el que manda.

Admiro a los maestros que innovan. Hacer las cosas siempre de la misma forma es propio de las fábricas, y aún así las fábricas también se renuevan. Los profesores que no exploran, que no crean, que no innovan con fundamentos pedagógicos, conducen el aula a la rutina y el tedio, al desprecio por el estudio y por las ciencias.

Admiro a los maestros que se capacitan. Y no hablo solo de diplomados y estudios de posgrado (que pueden cursarse nada más que para ascender en el escalafón docente). Me refiero a la actitud permanente de renovar el saber; la cual implica reflexión, lectura, estudio e interacción con colegas.

Admiro a los maestros que dan ejemplo. Nadie tan influyente como el maestro que demuestra con su comportamiento lo que desea ver en sus estudiantes, sin pedirles que lo imiten.

Admiro a los maestros que aceptan sus ciclos. Aquellos que comprenden que la edad les da otro potencial, que su experiencia les permite prestar otros servicios a la sociedad. Qué bueno es para un maestro retirarse a tiempo para que sus estudiantes lo recuerden con gratitud y admiración.

Admiro a los maestros comprometidos. A esos que no se conforman con dictar clases y cumplir sus deberes mínimos. A quienes propician diariamente oportunidades para que sus estudiantes desarrollen sus potencialidades y descubran su vocación. A los maestros que defienden los derechos de los menores y los protegen de abusos. A quienes  se esfuerzan para evitar que elijan senderos tortuosos y esclavizantes. A veces esto les implica a los maestros más tiempo y esfuerzo del que se necesita para cumplir con su contrato laboral. A ellos no les importa porque aman lo que hacen y tienen clara su misión. Por eso los admiro.


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