De cómo corriendo se aprende a vivir (2): Nadie corre tus kilómetros

Un corredor puede contar con el apoyo de otras personas de varias maneras. Por ejemplo, hoy en día son comunes los running teams. La gente disfruta mucho perteneciendo a una comunidad diversa unida por el amor a correr. Juntos entrenan, se divierten y participan en competencias; algunas de las cuales implican viajes a otros países.

En algunas carreras, la organización incluye personal en puntos estratégicos de la ruta para que anime y oriente a los corredores. Y si se trata de una de las grandes maratones habrá también liebres (corredores que no compiten sino que corren para ayudar a llevar el ritmo a los demás según las metas de tiempo que se hayan propuesto).

Además, en las carreras de grandes ciudades, la gente se hace a los lados de la ruta para animar a cualquiera que pase sudando, sin importar si es conocido o no.

Obviamente, entre quienes apoyan a los corredores también están los entrenadores; que pueden resultar muy necesarios para cumplir metas y mejorar rendimientos disminuyendo los peligros de lesiones y fracasos a los que nos exponemos al correr.

Por otro lado están la familia y los amigos que (aunque no corran o ni siquiera entiendan bien la diferencia entre correr y trotar, o entre ritmo y velocidad) suelen valorar el esfuerzo y la disciplina de los corredores. Y no pocas veces los acompañan durante las carreras, viajan con ellos, les brindan hidratación y palabras de aliento. No faltan las parejas que ponen hielo y hacen masajes.

Pero es necesario recordar una verdad: no importa si entrenas y compites solo o acompañado, nadie corre tus kilómetros. Si no tienes quién te motive tendrás que encontrar motivación dentro de ti mismo, incluso en los momentos críticos de la carrera. Si alguien va a tu lado todo el recorrido, puedes sentirte afortunado por no correr solo, pero serán tus pies los que duelen, tu corazón y tus pulmones serán los que trabajan, tus rodillas recibirán el impacto, serán tus músculos, tus articulaciones, tu piel, tu esqueleto. Así que, ya sea que completes la meta o te rindas por el camino, cada paso, cada metro, cada kilómetro, lo tendrás que correr tú mismo, usando tu cuerpo y tu mente. 

En este punto del texto pienso que sobra lo que voy a escribir, pero quiero expresarlo con mi propia voz. Quiero decir yo mismo que en la vida ocurre igual. Nadie vive su vida totalmente solo. Tenemos amigos, pareja, familia, aliados, compañeros. Quizás hasta ayuda psicológica.

También hay quienes cuentan con padrinos y protectores, con consejeros y mentores, con asesores y socios. Sin embargo, nadie vive tu vida por ti. Eres tú quien avanza o se queda, quien se levanta o se rinde, quien cada mañana encuentra motivos para despegar hacia la incertidumbre de un día que no está escrito, que no está garantizado. 

Hay quienes se atreven a dar consejos: ¡Viaja! ¡Cásate! ¡Renuncia! ¡Divórciate! Además, algunos se toman en serio su papel de motivadores: ¡Ánimo, lo lograrás! ¡Tú puedes! ¡Qué bien lo haces!

Pero ninguno de ellos vivirá la experiencia de tu propia vida. Ninguno de ellos hará lo que te corresponde a ti. Nadie puede ir a la universidad o al trabajo en tu lugar. Nadie puede llevar tu matrimonio. Nadie puede correr tus kilómetros. Si en algún caso te parece que es así, seguro que en realidad no estás corriendo.

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