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La creatividad en la cultura escolar

¿La creatividad tiene buen prestigio? En general, podría decirse que sí. A pesar de las persecuciones y el rechazo que, por contradecir paradigmas y culturas hegemónicos, han sufrido en diferentes épocas y ámbitos las personas creativas. También a pesar de que ha sido usada muchas veces para destruir. Se han empleado denominaciones diferentes a creatividad para referirse a conceptos muy similares: pensamiento creativo, razonamiento divergente y pensamiento lateral. En este artículo hago referencia a la denominación más general: creatividad, en todos los niveles y ámbitos. Si reconocemos que a la creatividad le debemos las comodidades de nuestra forma de vida actual, incluidas pequeñeces como el retrete y el tornillo, hay que aceptar la importancia de que la escuela sea un lugar que comprenda y estimule la creatividad. Si bien se trata de una cualidad natural de la especie humana, y por lo tanto ínsita en todos nosotros, no a todo el mundo, ni a cualquier persona, se le atribuye e...

La gratitud: un aprendizaje necesario

La gratitud es un sentimiento maravilloso, de un poder inmenso, un sentimiento que vale la pena aprender a sentir ¿Por qué no afirmo que "deberíamos" sentir? Porque las emociones y los sentimientos no se pueden convertir en un deber. Sin embargo, sí es posible aprenderlos ¿Cómo? Desarrollando razonamientos, rutas mentales, que los propicien y nos vayan ofreciendo experiencias emocionales.  Por ejemplo, supongamos que mi razón aprende a identificar los logros y los bienes que otros tienen y yo no. Supongamos también que mi mente se habitúa a comparar lo que yo hago con lo que hacen los demás. Y, para colmos, me acostumbro a sobrevalorar mis esfuerzos y subestimar los ajenos. Esta forma de razonar, esta ruta mental, estimula sentimientos como la envidia y la frustración. El terreno de mi emocionalidad estará muy bien abonado para que me convierta en alguien envidioso o frustrado. Como enseña el popular poema Desiderata: "Si te comparas con los demás te volverás vano y amar...

Ancla

Es poderosa esta ancla Pesada y poderosa Absurdo todo intento de levarla   Impone sueño cansancio dolor finitud hambre   El viento me incita El ancla me frena   El mar me empuja El ancla me aplaca   Las velas se hinchan El ancla detiene   El tiempo interviene en favor del ancla aumenta su poder para rezagar restar aletargar hundir fatigar Tensa es la quietud impuesta Tenso el mar para navío anclado   Si solo impulso fuera este viaje Si solo fuera avance Solo viento mar y velas

El ataque del monstruo (fragmento de La casa embuhada)

Salí a la tienda ese día, hace ya tantos años que no logro contarlos con exactitud, a comprar algunas cosas para el almuerzo, ya no recuerdo qué... bueno, recuerdo los cuatro huevos, ya te diré por qué. Llevaba en una de mis manos la locomotora que mi papá me había tallado en madera, hermosa y perfecta. En mis pies, unas chancletas azules que me quedaban un poco grandes y me restaban agilidad. Y en mi pecho llevaba el miedo, el temor, el mismo de cada vez que me mandaban a la tienda. — No, no era el temor de que me robaran. Era el temor a Cíclope ¡Qué nombre! ¿No te parece? El mismo del monstruo de la mitología griega. Y es que este Cíclope no se le quedaba corto. Era gigante, mucho más grande que todos los de su especie, se decía que era hijo de una mastín y un gran danés; y, para completar la similitud con el ser de los relatos griegos, sólo tenía un ojo. Bueno, tenía los dos pero uno no le servía, sólo era una bola de gris perturbador, horroroso. El combo del barrio decía que sus du...

¿Están ahí?

Rosa está lista para iniciar clase. Después de once años usando zapatos de tacón, hace dos meses que no lo hace. Sus chancletas de tres puntadas dejan al aire unos testarudos juanetes y diez uñas bien formadas que ella misma maquilló de rosado el fin de semana con místico detalle. No planchó el pantalón beige que tomó de su ropero impulsivamente, sin detenerse a pensar que era el más viejo y usado de todos los que posee. Se maquilló el rostro y se peinó. Eso nunca cambiará, se dice cada mañana mientras delinea y rellena sus cejas con un lápiz marrón ¿Quién es la más bella de esta casa?, le pregunta con sorna al espejo de su tocador, que le devuelve la imagen de una mujer fuerte pero cansada, joven pero gastada, optimista pero asustada. No ha enloquecido aún. Sabe que su espejo no le responderá, porque no es un cuento de hadas, y recuerda bien que en aquel pequeño apartamento de un quinto piso, allí donde reside hace dos años, no hay más mujeres. Solo comparte techo y paredes con Jo...